Nuestro Señor Jesucristo estableció la Iglesia Católica para que fuera la “luz del mundo”, de modo que a través de los sucesores de los Apóstoles pudiéramos oír su voz y todas las naciones fueran conducidas a la salvación eterna.

Sin embargo, en los últimos tiempos la autoridad moral de la Iglesia católica parece haber sido cooptada por el espíritu del mundo, y su voz silenciada en asuntos que amenazan la vida y la salvación eterna, especialmente de los jóvenes. Actualmente, en algunos países occidentales, niños y adolescentes son mutilados físicamente mediante operaciones de cambio de sexo, por fármacos que bloquean la pubertad y por la castración química, mientras el espíritu de impureza y la cultura de la muerte siembran la confusión en sus mentes y corazones. Y, no obstante ello, muchos de los encargados de preservar y propagar el depósito de la fe están más preocupados por acoger “sin prejuicios” a quienes se entregan a estas prácticas y las promueven, que por proteger de los predadores a los inocentes que tratan de corromper y destruir.

Esta rendirse al mundo está alcanzando su punto culminante con la próxima asamblea en Roma del llamado “Sínodo sobre la Sinodalidad”. En los preparativos de esta reunión, se ha hablado mucho del “papel de la mujer” en la Iglesia. Incluso se ha sugerido que se “reformen las estructuras” de la Iglesia para que las mujeres puedan participar en el “gobierno” y que se considere la “inclusión de las mujeres en el diaconado”.

 

 

Participantes femeninas que el Papa Francisco ha nombrado y dado un voto igual al de un obispo o cardenal, han defendido doctrinas heréticas y abrazado puntos de vista contrarios a la Fe Católica. En los propios documentos preparatorios, se insinúa un error venenoso en el sentido de

que los pecadores públicos notorios no arrepentidos deben ser “bienvenidos” en la Iglesia sin arrepentimiento como condición previa para la Comunión sacramental. Tal “bienvenida” sólo aseguraría más terribles tormentos para estos individuos en el mundo venidero, como bien lo sabe cualquiera que profese la Fe Católica.

También hemos sido testigos de líderes eclesiásticos y miembros del bajo clero dispuestos a revisar la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad y a respaldar la bendición de uniones innaturales. Lamentablemente, el Papa Francisco ha nombrado a algunas de estas personas para ocupar puestos clave en la organización o como miembros con derecho a voto en la asamblea de octubre.

Como mujeres católicas que practicamos la fe y creemos todo lo que enseña la Santa Madre Iglesia, deseamos ser representadas sólo por los obispos, a quienes Cristo confió el gobierno y la dirección de su Iglesia, y sólo en la medida en que crean y profesen la Fe de la Iglesia. Los que entran por otro camino son “ladrones que no vienen más que a robar, matar y destruir” (Jn 10,10). Nosotros y nuestras familias, y de hecho todos los laicos católicos, tenemos derecho a la doctrina ortodoxa y a la predicación fiel de los pastores de la Iglesia (CIC, can 229 §1).

Por lo tanto, a esos obispos, los verdaderos sucesores de los Apóstoles, mezclados entre la asamblea mixta de laicos y eclesiásticos que presume ser un “Sínodo de Obispos” y que pronto se reunirá en Roma, nosotras, las laicas católicas abajo firmantes, les exigimos pruebas de que de hecho siguen profesando la Fe Católica.

En concreto, preguntamos lo siguiente:

¿Compartes la fe inquebrantable de la Iglesia de que ciertas acciones pueden calificarse como moralmente malas en función de su naturaleza, independientemente de la intención que haya detrás de ellas o de sus consecuencias para todos los implicados? (Veritatis Splendor, n.79 y 82)

¿Sostenéis la primacía absoluta del orden moral objetivo, que por sí mismo supera y coordina adecuadamente todas las demás esferas de los asuntos humanos? (Vaticano II, Inter mirifica)

¿Profesáis con el Concilio de Nicea, San Juan Pablo II y toda la tradición de la Iglesia que, por ley divina, sólo los hombres bautizados pueden recibir la imposición de manos necesaria para la sagrada ordenación, de modo que las mujeres bautizadas deben contarse siempre y necesariamente en todos los aspectos entre los fieles no ordenados? (Canon 19 de Nicea, Ordinatio Sacerdotalis).

¿Sostenéis la enseñanza ininterrumpida de la Sagrada Escritura y de la Santa Tradición de que los actos homosexuales son actos de grave depravación, objetivamente desordenados y contrarios a la ley natural, que en ningún caso pueden ser aprobados? (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2357)

 

 

¿Sostenéis la doctrina de que el Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro no para que, por su revelación, dieran a conocer alguna doctrina nueva, sino para que, con su asistencia, custodiaran religiosamente y expusieran fielmente la revelación o depósito de la fe transmitida por los apóstoles? (Vaticano I, Pastor Aeternus)

¿Sostenéis la fe de la Iglesia según la cual la sola fe es una preparación insuficiente para recibir el sacramento de la santísima Eucaristía, pero que la confesión sacramental debe ser hecha necesariamente de antemano por aquellos cuya conciencia está cargada de pecado mortal, por muy contritos que se consideren? (Concilio de Trento, Decreto sobre el sacramento de la santísima Eucaristía, canon 11).

¿Sostenéis la doctrina de que el carisma de la verdad, que ciertamente está, estuvo y estará siempre en la sucesión del episcopado desde los apóstoles, fue dado no para que el dogma se adapte según lo que parece mejor y más adecuado a la cultura de cada época, sino para que la verdad absoluta e inmutable predicada por los apóstoles desde el principio no se pueda creer nunca distinta, no se pueda entender nunca de otro modo? (Pío X, Sacrorum antistitum)

Porque si no creéis con la Iglesia en cada uno de estos puntos, entonces sois falsos pastores a los que las ovejas de Cristo no pueden seguir, ya que ellas oyen Su voz y Le siguen.

30 de septiembre de 2023 - Fiesta de San Jerónimo, Doctor de la Iglesia
y el dies natalis de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, Doctora de la Iglesia